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miércoles, 17 de junio de 2009

¿...DESEA USTED ALGO...?


«¿Desea usted algo?» La pregunta era natural y un tanto trivial. Es la pregunta que la Asesora del Hogar le hace a la dueña de casa cuando ésta toca el timbre. Es la pregunta que nos hace todo dependiente de comercio cuando nos acercamos al mostrador. Es la pregunta que el soldado le hace al coronel cuando éste lo llama.
Pero en este caso la pregunta no era trivial. Se la hicieron a Jean Pierre Velásquez, de cuarenta y dos años de edad. Y quienes la hacían eran los guardias de una prisión norteamericana, mientras llevaban a Velásquez a la cámara de inyección letal. El hombre, cínico como siempre, respondió: «Sí, tráiganme una rubia y un helicóptero.»
Este hombre, ejecutado por tres homicidios, jugó cínicamente en la vida. Desprovisto de reverencia alguna, haciendo alarde de ateísmo, sin respeto a nada ni a nadie fuera de su propio egoísmo, vivió en el delito desde los veinte años de edad. A los cuarenta mató a una pareja y al hijito de ambos, a fin de robarles. Después trató de eliminar a un testigo ocular, y el intento se vio frustrado. Así terminó sus días, en la mayor frialdad.
Hay personas que, al igual que este hombre, no saben lo que es pudor, ni dignidad, ni honorabilidad ni vergüenza. Quizá no lleguen al extremo de matar al prójimo, pero hacen, como quiera, gala de despreocupación moral, de cinismo indiferente, de callosidad de conciencia, de insensibilidad espiritual. Si se les pregunta: «¿Desea usted algo?», son capaces de dar la misma respuesta de Velásquez, y con el mismo cinismo descarado: «Sí, una rubia y un helicóptero.»
Para personas así, la vida no es más que placeres sensuales, ganancias materiales, ateísmo artificial, y subir por la escala de la sociedad a costa del prójimo, sacrificando cualquier principio moral o cualquier sentimiento emocional.

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