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martes, 1 de febrero de 2011

...CÁPSULA DE INSENSIBILIDAD...


Toda la existencia está llena de sensibilidad –y el hombre es el producto más elevado de esta existencia. Naturalmente, tu corazón, tu ser, está listo para desbordarse. Has estado escondiéndolo, reprimiéndolo; tus padres y tus profesores te han dicho que seas duro, que seas fuerte, porque es un mundo lleno de retos. Si no puedes luchar y competir, no serás nadie. De esta manera, sólo unas cuantas personas, como poetas, pintores, músicos, escultores, que han dejado de pertenecer al mundo competitivo, que no esperan acumular billones de dólares, son las únicas a las que les queda algún vestigio de sensibilidad.

Incluso a los niños pequeños, particularmente a los varones, desde sus comienzos se les frustra diciéndoles “no debes llorar”. Esto es condenatorio. Las mujeres pueden gemir y llorar porque hasta ahora no han sido aceptadas como seres humanos en igualdad. De alguna manera son infrahumanas, y por eso se las acepta –las mujeres son débiles. La sensibilidad ha sido concebida para ser débil.

La sensibilidad es el sendero; la insensibilidad es el obstáculo. Si somos insensibles, no existe entonces ningún camino; estamos bloqueados. No existe un pasadizo desde nuestro más íntimo centro hacia la existencia; no tenemos ventanas. Estamos encapsulados…, cada ser humano vive en una cápsula.

La cápsula es muy sutil y transparente, por eso no la sientes, no la ves, pero con un poquito de consciencia se hace evidente que te rodea por todas partes. Es exactamente igual que si das la mano llevando unos guantes puestos, algo está ocultando tu sensibilidad. Te cubres completamente de ropa y sales al sol; los rayos no pueden penetrar tu piel. Tienes un paraguas que te protege de la lluvia, pero también impide que la lluvia pueda alcanzarte. A veces está bien desprenderse del paraguas y ponerse simplemente bajo la lluvia y sentirla. Desnudo en la playa, desnudo en el bosque, ¡deja sencillamente que el aire, el sol y la lluvia te toquen! Cuanto más sensible te hagas a las cosas, más cuenta te darás de que Dios está presente en todas partes

Una vez que te vuelves sensible hacia el mundo que te rodea, puedes dirigir tu sensibilidad hacia el interior, hacia tu morada interior. Es la misma sensibilidad con que escuchas el canto del ruiseñor, sientes el calor del sol, hueles la fragancia de una flor. Es la misma sensibilidad que ahora tienes que llevar hacia adentro. Con esta misma sensibilidad vas a degustar de ti mismo, olerte, verte, tocarte…

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